domingo, 12 de enero de 2014

HORIZONTES VERTICALES

Luna y tú sólo salís de noche,
ella para iluminar, y tú para ser alumbrada,
sé que te acercas porque callan los grillos,
pero el desierto sigue tu rastro.

Podría darte la espalda,
preocuparme por la posteridad,
pero sólo sopla viento en contra,
tan suave que las espigas también parecen aturdidas.

Mirando la palma de mi mano en lugar de la brújula
mientras el bolígrafo sigue apuñalado sobre una de tantas palabras muertas,
intestinos plateados que nunca descubriremos,
alas de paloma sobre los pomos de las puertas,
y, tras cada una de ellas, se recitan salmos sin destinatario.

Nunca he sabido qué hacer contigo,
y tú te dejas llevar.

No toco ningún instrumento,
pero, si cantas para mí, aprenderé,
pese a las cicatrices de mis dedos.

Me arregla que te llegue al corazón lo que escribo,
ojalá supieras leer.

Acompañada por los rostros desfigurados de los efebos que te agasajan,
confundiéndote en el azul violáceo de los hogares,
mis ojos proyectan sobre tu frente cómo te hago el amor,
y, de rebote, me jodo a mí mismo.

Tú, ajena a esto, metes un dedo en mi ombligo,
y, creyendo formar un útero, trazas círculos sin parar
que sólo me hacen eructar.

Ahora sí, las cortinas corridas,
entre ambos, dos copas de cemento recién servido,
y, dentro nuestro, grietas que taponar.