martes, 9 de junio de 2015

LA MANO QUE MECE LA NUCA

Por ser parte de tu piel
me conformo con ser grano,
una poca de tu estima y de tu deseo
me saciaría como el sometimiento al celoso,
si ves las flores asomar tras de mí
no lamentes lo que yo no maldigo,
porque sé que es insalvable la distancia,
es como la energía, esta distancia:
hay un brillo de atracción en mi mirada
que no te deslumbra.

Si soy el tipo más descreído que nunca has conocido,
inféctame a besos,
porque el lema de esta funesta vocación
que coloca grilletes a mi alma
es que el amor es un cachorro que no huye por mucho que lo maltrate,
pero que me hiere con sus colmillos cuando intenta jugar conmigo.

El corazón que se duele
también esboza una sonrisa,
pero no deja maltrecha la garganta,
sino las encías.
Demasiado emocional para que me convenza lo práctico,
suficientemente cerebral para descartar lo suicida,
no hago mucho,
pero tampoco evito nada.

Dejadme más platos de cariño junto a la puerta,
pues, aunque los recoja a escondidas,
los aprecio.
Yo también me resfrío en el suelo
cuando no hay una mano que meza mi nuca,
un ser que vea en mí a un humano completo,
y me salude con un beso de esquimal
con lengüetazo final.