miércoles, 17 de octubre de 2012

RÉQUIEM POR UN VERANO QUE SE ENFRÍA EN OTOÑO

Ya se acercan, invierno, los mordiscos de tus noches
y las goteras estacionarias en el tabique nasal,
las Xibecas consumidas proliferan junto a las verjas del metro
en lugar de a los pies de los bancos.

Te han dejado el barrio precioso,
sí, quizá ya sin el encanto que le veíamos los que no vivíamos allí,
canalla y auténtico,
e insoportable.

Busqué la poesía de los bares de viejos, y sólo encontré horror,
mentiras soltadas a viva voz, ignorancia, y represión,
ruidos de tragaperras serpenteando entre mantras televisivos,
hombres saboreando con el estómago todo lo que ingieren,
el eco de su euforia llega a la calle,
y, viendo a un borracho ensuciándose la cara contra la persiana metálica de una frutería, sólo puedo pensar:
"(hasta el próximo año, melocotones!)".

En algún lugar, una presentadora de telenoticias da un golpecito sobre la mesa con sus papeles mientras se despide,
bailarinas de ballet corren de un lado hacia el otro de puntillas,
los nativos reciben a los conquistadores
diciendo: "al menos, concédeme este baile",
un rostro empapado no se seca, por más toallas que utilice,
un ciego camina arrastrando su vara,
en los hospitales empiezan a robar sangre a los pacientes vegetales,
alguien intenta equipararse a Melville presentando al Capitán Ahab,
están esas montañas y montañas de dinero teórico.

Dicen que hay mucha frustración y desdicha,
y más que habrá,
pero, mientras haya sentido del humor,
su resonancia aturdirá al vacío.

La vida es un combate
de peso pluma contra peso pesado.

lunes, 8 de octubre de 2012

SITGES 2010

El bullicio serpentea por la acera de los cines,
también en los jardines y los bares de alrededor,
para el resto de Sitges, sin embargo, es laborable,
en la calle mayor caminan con decisión.

Las vías del tren parecen obstruir el ritmo evolutivo del pueblo,
asilvestrado en montaña, asfaltado en costa,
en el paso de nivel superior, una quinceañera escucha música y observa el mar,
no se inmuta con el paso de los convoyes.

Semiestirado en el Passeig dels Balmins
veo a los surfistas intentar domar las olas,
sobre nosotros, inmensos vacíos celestes entre grises nubes compactas,
pedos intermitentes con alivio y liviandad,
en el horizonte, la vista descansa de verdad,
las hormigas confunden mi mano con alimento, entre tanto polvo,
las olas mueren haciendo remolinos agotados.

Cuerpos vestidos de negro hablando en extranjero,
cada rubia platino me recuerda a una actriz,
amalgama de turistas, vecinos, y cinéfilos a media tarde,
el casco viejo aseptizado,
el Racó de la Calma en obras,
el mar lucha con el tiempo contra los muros del castillo.

Edificios de mármol blanco deshabitados en zona alta,
el parapeto de las entrevistas con la alfombra roja sucia y pisoteada,
sus protectores de plástico simulan seguir al viento,
una gata con su camada entre la huida y la curiosidad,
uno de los pequeños tiene un manotazo marrón en el rostro,
accesos que suben y bajan de manera desordenada,
antenas de tele oxidadas,
pistas de albergue nocturno en los rincones de las terrazas,
y delante, toda esa agua.

"Ets d'aquí?"
"no, visc allà dalt"
"però vius a Sitges"
"sí, sí"
"la teva casa dóna al mar?"
"no"
"on dóna? a la muntanya?"
"tampoc (rient)"
"però tens finestres o què?"
"sí, sí (rient), però donen a una altre casa"
"per què no me l'ensenyes? no he vist mai una casa mediterrània per dins, no en tenim, a Barcelona"
"no en teniu?"
"no, ara són totes buides o sueques"
(somriu)
(no diu res)


"Siempre diciendo que te haces mayor,
que te haces grande,
y te haces viejo"
,
escribo a las tres de la madrugada
con las rodillas erosionadas y la espalda temblando,
el pueblo tan dormido que tras las esquinas no hay sorpresas,
hay senderos urbanos de manifiesta visibilidad,
la melancolía tarda en diluirse,
es como un moratón dentro del pecho,
suerte que la experiencia te escuda de más balazos.

El bus nocturno nos recoge con el motor resoplando,
pasajeros paticortos que no alcanzan el suelo,
mientras afuera solo hay contornos,
si parte de Sitges ha quedado en mí,
algo mío debe haberse quedado allí.