lunes, 31 de diciembre de 2012

ANTÓN

Tiene pelo hasta las muñecas,
pero mueve el culo como una chica,
la camiseta le llega hasta la hebilla,
la riñonera, de lado y medio caída.

Sentado, sujeta su monopatín como un escudo,
las J'Hayber tienen los cordones ennegrecidos,
muestra sus moratones como medallas,
henchidas venas rodean sus nudillos.

Es un prodigio de la naturaleza,
tiene que vestirse con los calzoncillos al revés para que no se le salgan los testículos,
parecen cojines para su prepucio,
su novia se duerme acariciándoselos cuidadosamente.

De pequeño, se sentaba en su terraza de doce palmos,
colgaba las piernas entre los barrotes,
aguantaba las zapatillas con la punta de los dedos,
y nunca caían, resistían.

Con Juan se adivinaban sus respectivas maldades,
eran iguales, aunque eran hermanos,
se retaban a pulsos que eran pugna y sostén,
hacían de un eructo, un balido.

Desde que vive en la plaza donde juegan los niños
disfruta con las mañanas lluviosas,
empieza a estar de vuelta
de girar sobre sí mismo.

Cada día se acaricia el rostro por anomalía,
pasa los dedos por la cicatriz con forma de lágrima sobre su pómulo,
y, cuando no se siente solo,
mete su puño en el hueco que ha dejado la soledad.

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