lunes, 11 de febrero de 2013

RODRÍGUEZ EN LA NIEBLA

Usa el vaso por decoro,
ya que va por la tercera jarra,
y la boca se le inunda y tropieza
al pronunciar: "yio cgon ezsto nio tiengho ni piara empzar".

Abandona el restaurante chino
dejando una propina que no puede permitirse,
en el portal de casa, le entra una paranoia,
pasa los buzones empuñando su navaja,
sube en ascensor con la hoja temblando junto a su cara,
y, al cerrar la puerta del piso, necesita vaciar.

Enciende la luz del lavabo, y baja la mirada,
se levanta la camisa sobre sus tetas,
acaricia su estómago, y nota movimiento en el interior,
sonríe y dice: " 'hora sioy kiomo ung bfarril",
y se raja medio abdomen.

Con el dolor expansivo y punzante encogiendo su esqueleto
y envolviendo su cuerpo,
una ráfaga racional aún le permite pensar: "(¿de dónde sale este vino tinto, si sólo he bebido cerveza?)",
mientras se apoya en el borde de la bañera por decisión refleja.

La conciencia de la gravedad, igual que viene,
se va,
su trasero resbala y cae secamente dentro de la bañera,
el dolor del cogote aturde momentáneamente al del abdomen,
la sangre mana de él sin alternativa,
desciende ladeando su ombligo,
y se acumula en el pantalón.

Ahora, su mente visualiza una gran consonante,
es negra, sobre un fonde de blancura amarillenta,
y, mientras descubre que los lamentos ya no pueden ni susurrar desde su garganta,
le es imposible aguantar más, y se mea.

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