(Marzo-Agosto 2018)
Porque yo soy hombre y tu eres mujer
mis actos serían considerados machismo
y no gestos de pura estima;
intromisión, violencia, abuso
en cada vaso estampado contra la pared,
en cada botella rebentada en la calle;
hay quien reserva plaza para mudarse a Marte,
yo solo quiero estar presente el año en que terminen tus resacas.
Me fui con mi moralismo a otra parte,
a este texto de impacto improbable
donde puedo escribir bien alto,
hacer de la confusión entelequia,
acercar el papel y apuñalarlo,
y, sobretodo, reconocer, dolido,
que aquel en el que nos conocimos
no fue el año en que terminaron tus resacas.
A veces, logro escalar los argumentos del consuelo,
y, desde allí, no sé si lloras o duermes,
pero siempre veo tu cabeza gacha,
lanzo espejos a tus arenas movedizas,
se hunden antes de que distinga
el rictus dibujado en tu cara;
son misterios parejos y quizá conectados
al año en que terminen tus resacas.
Observarás mentes, encontrarás cera,
cableados sueltos en los que apetecerá columpiarse,
ese ruido opaco, salvaje y sostenido cuando solo se producen forcejeos y gruñidos
recuerdos dolientes que no sueltan amarras con el presente,
una linterna parpadeante en la cueva de los motivos;
no va a mejorar la vida, no,
pero al menos habrá vida
a partir del año en que terminen tus resacas.
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