(mayo 2009)
Tus ojos son futuro continuo,
llegan de un lugar mejor,
no sé de qué se trata, pero saben algo más,
hacen abstracto lo privado,
y gozan de lo incesante de las cosas únicas.
Singulares en su belleza,
de canina preciosidad,
tus ojos la hacen funcionar,
alumbran cada rincón de la memoria,
repoblándola de ahínco y de verdor.
Negros, sacan brillo a la euforia,
corrigen la suciedad,
se valen de historias mudas,
en algo debe contribuir el resto de ti,
pero no se explica como tus ojos.
Tus ojos, dos son,
y un guiño su depravación,
se erizan y fluye lo quieto,
dan pie a imperios de seducción,
explosivos en su prisma,
acosados por las expectativas,
condenados a conquistar.
Tus ojos no intentan, consiguen,
sostienen las vidas ausentes,
enseñan a respirar;
los míos se fijan en ellos con glotonería,
voyeurs por devoción,
escudriñando en la percepción rasgos de emoción traducibles,
y llegando a la conclusión de que manidas son las palabras,
de que, verlos para creerlos, tus ojos.
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