sábado, 14 de septiembre de 2019

AMANECER DE UN MAL AMANTE

(marzo 2009)

Marcia no tiene ropa para la lluvia,
se viste dos veces al día,
cuelga una manga de la cesta,
deja una estela mojada.
Meo fuerte, y el chorro da en la tapa,
no está bien, pero es peor parar,
termino, y me proveo de papel higiénico,
logro limpiar todo el estropicio.
La habitación, como sacada del bolsillo,
siempre tarda en vaciarse tras ser abandonada,
los surcos de la persiana bajada dejan entrever la fortuna del mundo,
mis bambas pisoteadas junto a las patas de la cama,
y me visto tras recoger los calzoncillos hechos un ovillo,
la ropa se adhiere a la piel por el sudor reseco,
su olor es penetrante y concentrado.

Marcia es otra en silencio,
¿cuántas de ellas habrá?
recién levantada su pelo se enmaraña más,
come tostadas, hojeando un diario de anteayer,
“nada nuevo”, dice que dice cuando me intereso,
luego me pregunta si ahora iré a recoger las camisetas,
respondo que sí, pero ya le había dicho que iba a pasarme por la tarde,
me ofrece desayunos y los rehúso con naturalidad,
sigue con el diario y la tostada por la mitad,
me fijo de nuevo en sus tetas, porque no se las volveré a ver,
está claro, para qué otras señas,
anoche no le explotaron las venas pequeñas,
así que me despido, y pido por mi paraguas,
se levanta y me lo trae, se para en la ventana, mientras me pongo la chaqueta,
y dice, mirando al cielo: “no se cansa de llover”.

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